“Don Quijote de la Mancha”, la destacada novela de
Miguel de Cervantes Saavedra, obra clásica del siglo de oro español, tiene por
protagonistas a don Quijote y Sancho Panza. El primero, loco de tanto leer
libros de caballería, se convierte en caballero andante con la misión de
resolver todo tipo de problemas, vengar injusticias y salvar vidas, en honor de
su dama doña Dulcinea del Toboso, quien es realmente una campesina vulgar del
pueblo de don Quijano. Como todo caballero que se precie de tal, es seguido y
ayudado en su misión por un escudero, el simple y buen Sancho Panza, con la
promesa de recibir un gran pago por sus servicios caballerescos.
Esta novela ha tenido distintas interpretaciones, desde
la sátira, una historia humorística de las aventuras y desventuras de un loco,
hasta una metáfora político histórica de una España en decadencia que inicia la
loca conquista del Nuevo Mundo. Pero la interpretación más atingente a nuestros
intereses espirituales es aquella que descubre en el personaje Don Quijote al
idealista que ve más allá de las cosas. Donde hay molinos él ve gigantes
enemigos; donde hay mujeres de pueblo y vida fácil, él ve doncellas y
princesas; donde hay reos y delincuentes, él ve víctimas de injusticia, dignos
de ser libertados. Contrariamente Sancho Panza es el hombre pragmático que, si
lucha por algo, espera una paga concreta, aunque es fiel y feliz cumpliendo su
deber.
Todos llevamos, en alguna medida, ambos personajes en
nuestra persona, un Quijote y un Sancho, un idealista buscador de sueños y
utopías, y un Sancho materialista que necesita concretar esos sueños. No podemos
ser sólo uno, tal cosa nos llevaría a la aniquilación; necesitamos de ambos
para que nuestra vida tenga sentido. Requerimos de sueños y la esperanza de cumplirlos alguna vez, en
esta vida o en la otra. También precisamos de un trabajo para sobrevivir y
mejor si ese trabajo nos ayuda a cumplir la misión espiritual. ¿Tiene usted un
sueño? ¿Está trabajando por cumplirlo?
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