Un templo, una catedral, una
capilla, un teatro o una casa, no hacen a la iglesia. Muchos confunden el
edificio con las personas que se reúnen en él. Estos son nada más que el lugar
donde un grupo de cristianos se juntan para orar, adorar y reflexionar sobre
los escritos sagrados. Los primeros cristianos solían reunirse en las casas y,
en tiempos de persecución, en las catacumbas o cementerios subterráneos.
Iglesia no es el lugar sino las
personas. El Maestro asegura que “donde
están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (San Mateo 18:20) Sólo basta que dos personas se reúnan en su nombre
para formar iglesia. Así como la familia no es la casa en que ésta vive sino
las personas que la habitan, la iglesia tampoco es el templo sino quienes lo
frecuentan. Solemos decir equivocadamente “vamos a la iglesia” cuando en verdad
la iglesia somos nosotros y donde estemos la llevamos.
Se puede ser cristiano sin templo, pero no se puede ser
cristiano sin iglesia, ya que todo cristiano es iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario