Hoy en día son muchas las personas que están en un
camino de búsqueda espiritual. Transitan por diversas escuelas místicas, grupos
orientales y religiones diversas. Algunos, en forma despectiva, dicen que esas
personas están en sectas porque practican doctrinas que no son las que comúnmente
encontramos en nuestra sociedad occidental, de preferencia cristiana (católica
o evangélica).
Los creyentes debiéramos ser más comprensivos y
aceptadores de aquellas personas que, con sinceridad y perseverancia, buscan la
Verdad en otras fuentes. Tengamos en cuenta que el cristianismo, en sus
inicios, también fue una secta desprendida del judaísmo. Jesús era judío y, a
partir de su fe hebrea, fundó una nueva forma de relacionarse con Dios. Por
ejemplo, la eucaristía o santa cena, fue una modificación del seder pesaj o
cena pascual que celebraban los israelitas desde que salieron de Egipto. Jesús tomó
el pan y el vino y los transformó en elementos litúrgicos, símbolos de su
cuerpo y de su sangre que sería entregada por la Humanidad.
Secta deriva de la palabra griega sectus que significa
separación. Las separaciones son frecuentes en las doctrinas filosóficas, en
las religiones y en casi todas las actividades humanas. Esto se debe a veces a
las diferencias de opinión frente a un tema y otras al afán de poder de algunos
líderes. Los grupos que hoy día son llamados “sectas”, tal vez mañana sean una
fuerza importante y de mucho respeto en la sociedad, como sucedió finalmente
con el movimiento cristiano del primer siglo.
Por otro lado, todos los pensamientos y doctrinas son
permeables. ¿Acaso el cristianismo no ha recibido desde sus inicios una fuerte
influencia de otras formas de pensamiento? Pensemos tan sólo en la
espiritualidad oriental que influyó en la vida monástica y la mística
cristiana; en la filosofía neoplatónica que tuvo notable influjo en teólogos cristianos;
o en la utilización de tecnología y medios de comunicación de masas que utiliza
la Iglesia de hoy para expandir el mensaje de Jesucristo.
Hay quienes deploran todo contacto o asociación, por
no decir unidad, de los actuales seguidores de Cristo con otras formas de fe,
satanizándolas. Acaso estamos frente a una expresión de fundamentalismo
cristiano, intolerante y violento. Con este tipo de mentalidad los discípulos
dijeron una vez “Maestro, hemos visto a uno que
echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con
nosotros.” Y Jesús les respondió: “No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por
nosotros es.” (San Lucas 9:49,50)
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