miércoles, 14 de enero de 2015

LA PALABRA QUE TEMEMOS.

Es una palabra que no nos agrada, la hemos sacado de nuestro vocabulario habitual, la reemplazamos por otras más a nuestra medida, que no nos afecte demasiado y nos permita seguir viviendo como lo hacemos, una palabra que no nos cuestione. Incluso desearíamos sacarla del diccionario, tal vez finalmente se logre argumentándose que va contra nuestras libertades individuales. Pero cómo sea que actuemos o pensemos, esa palabra seguirá allí, en nuestra conciencia, porque esa palabra de seis letras significa mucho para nuestro Creador.
 
Es la palabra “pecado”. El diccionario español la define como “Transgresión voluntaria de preceptos religiosos” y la Biblia dice que “el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). Se refiere a la ley de Dios, a lo que Dios espera del ser humano. Recuerde que la ley de Dios se resume en la palabra amor. Por lo tanto, cuando no hacemos lo que nuestro Creador espera de nosotros estamos pecando. En ese caso somos como vehículos con los frenos malos o con la caja de cambios averiada, que no puede responder a los deseos del conductor.

Todos pecamos, por tanto somos “pecadores”. A veces pecamos por error, otras por desconocimiento, o porque no sabemos contenernos, porque nos falta voluntad frente a las tentaciones, o sencillamente porque se nos da la gana. Para saber si algo es pecado no es necesario adquirir demasiado conocimiento religioso; basta con preguntarse ¿Ofende esto a Dios? La respuesta será muy clara en su conciencia y usted sabrá de inmediato si eso es pecado. Ahora le quedará a usted la responsabilidad de decidir hacerlo o no.   

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