¿Qué dice la Biblia
acerca de las palabras? Génesis 11:1 es el primer texto bíblico en que se lee
el término “palabra”. Ocurre esta palabra 1.227 veces en la Escritura. El texto
narra la historia de La torre de Babel y dice:
“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas
palabras. / Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en
la tierra de Sinar, y se establecieron allí. / Y se dijeron unos a otros:
Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en
lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. / Y dijeron: Vamos,
edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos
un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. / Y
descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los
hombres. / Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un
solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo
que han pensado hacer. / Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su
lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. / Así los esparció
Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la
ciudad. / Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió
Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de
toda la tierra.” (Génesis 11:1-9)
Dice la Biblia que hubo un tiempo en que en la tierra había
una sola lengua. Esto es concordante con el relato de la creación de una
primera pareja humana y el desarrollo de sus generaciones posteriores en
diversas familias y tribus multiplicándose y construyendo ciudades, hasta
llegar a los tiempos de Noé y el diluvio. La historia primitiva narrada en el
Libro de Génesis abarca cuatro acontecimientos: [1] Creación de la raza humana,
[2] Caída de la raza humana, [3] Diluvio sobre la raza humana y [4] Dispersión
de la raza humana.
UN GRAN PROYECTO
Según la Biblia, los descendientes de Noé hablaban el mismo
idioma. Llegaron para establecerse en la tierra de Sinar, llanura aluvial
situada en el valle formado por el río Tigris y el Éufrates, es decir la
Mesopotamia.
Allí comenzaron a construir con ladrillos de barro cocido en vez
de piedras, uniéndolos con asfalto, también denominado betún, que es un material viscoso, pegajoso y de color negro. El
asfalto es una sustancia que constituye la fracción más pesada del petróleo
crudo. Se encuentra a veces en grandes depósitos naturales, como en el mar
Muerto y en la cuenca del río Jordán, por lo que también se ha llamado betún de
Judea.
Decidieron edificar una ciudad con una alta torre, con la
intención de llegar al cielo. Querían hacerse famosos con esta proeza
arquitectónica. La vanidad los motivó a hacer tal construcción que pretendía
tocar el cielo. Hoy lo llamaríamos “rascacielos”. Ellos sabían que corrían el
riesgo de ser esparcidos sobre la faz de toda la tierra y, para no pasar desapercibidos
ni quedar en el olvido, quisieron hacerse de un nombre. La egolatría o amor
hacia sí mismos los hizo tomar esta oscura determinación.
Aquí cabe reflexionar en cuáles son nuestras motivaciones de
lo que hacemos, creamos o construimos. Se puede construir algo motivado por el
deseo de fama o bien como una forma de sustento o para servir a la sociedad. Es
importante conocer las verdaderas razones que nos mueven a hacer nuestras
obras.
Viendo esto Dios, que conoce lo profundo del corazón humano, dijo:
“He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han
comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.”
Con la finalidad de impedir la construcción de la torre de Babel, dio a cada
constructor un idioma distinto para que no se entendieran, se confundieran y
les fuera imposible ponerse de acuerdo en la obra que levantaban.
Para hacer una obra unidos, un grupo de personas debe “hablar
el mismo idioma”. No podemos formar equipo si no nos ponemos de acuerdo en los
conceptos y en los propósitos que perseguimos. Este principio es aplicable a
cualquier obra, sea ésta social, artística, política o religiosa.
Otro aspecto debemos considerar también: Dios nos ve, Él está
presente y conoce nuestras motivaciones. No nos apoyará si lo que nos mueve es
la vanidad, el orgullo, la envidia, la ambición o cualquier otro sentimiento
negativo. Quien apoyará estas decisiones será otro, su enemigo, el diablo.
Resultado de la confusión de las lenguas en Babel, fue que
esos hombres dejaran de construir su vanidosa obra, se agruparan de acuerdo a
sus idiomas y se esparcieran por toda la tierra. A veces el Señor permite que
Sus hijos no se entiendan, para esparcir Su Verdad en distintos lugares y
ámbitos. Ejemplo de ello es el desacuerdo que hubo entre Pablo y Bernabé antes
de su segundo viaje misionero, por causa del bajo compromiso de Juan Marcos: “Y
hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé,
tomando a Marcos, navegó a Chipre, / y Pablo, escogiendo a Silas, salió
encomendado por los hermanos
a la gracia del Señor / y pasó por Siria y Cilicia,
confirmando a las iglesias.” (Hechos 15:39-41)
CONFUSIÓN Y LENGUAJE HUMANO.
Babel deriva del verbo hebreo balbál que significa “confundir”.
Es el nombre hebreo bíblico por el que se conoce a la ciudad mesopotámica de
Babilonia. Fue fundada por Nemrod, de quien dice la Biblia: “Y Cus engendró a
Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. / Este fue vigoroso
cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso
cazador delante de Jehová. / Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y
Calne, en la tierra de Sinar. / De esta tierra salió para Asiria, y edificó
Nínive, Rehobot, Cala, / y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad
grande.” (Génesis 10:8-12)
El lenguaje, la capacidad de comunicarnos con fineza de
detalles, de tener palabras para poder comunicar nuestros pensamientos, deseos,
sentimientos, miedos, alegrías, fantasías, etc. es una gran bendición de Dios. Es
una capacidad que no tienen los animales, aunque sí poseen formas de
comunicación básica. El lenguaje es reflejo del pensamiento, un don divino. Él piensa
y habla; por el poder de Su Palabra creó todas las cosas: “Y dijo Dios: Sea la
luz; y fue la luz.” (Génesis 1:3) Si
no tuviéramos lenguaje no tendríamos comunicación oral; tal vez sería sólo
gestual, pero ese tipo de comunicación, como la lengua de señas de las personas
sordas, no es tan completo como el oral.
Sin lenguaje todo sería una gran confusión. Ésta es definida
como falta de orden o de claridad
cuando hay muchas personas o cosas juntas. También se llama “confusión” a un error
o equivocación causados por entender, utilizar o tomar una cosa por otra. Gracias
a Dios tenemos el lenguaje, pero debido a la vanidad humana recibimos la
confusión de Babel. Hoy día, en un mundo global, necesitamos conocer otros
idiomas para entendernos con el resto del mundo. El Apóstol señala: “Así también vosotros, si por la
lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís?
Porque hablaréis al aire. / Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el
mundo, y ninguno de ellos carece de significado. / Pero si yo ignoro el valor
de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será
como extranjero para mí.” (1 Corintios
14:9-11)
PALABRAS QUE ILUMINAN.
Siglos después de Babel, sucedió algo extraordinario en
Jerusalén, luego de la ascensión de Jesucristo: “Cuando llegó el
día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. / Y de repente vino del
cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la
casa donde estaban sentados; / y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego,
asentándose sobre cada uno de ellos. / Y fueron todos llenos del Espíritu
Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que
hablasen. /
Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones
bajo el cielo. /
Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada
uno les oía hablar en su
propia lengua.” (Hechos 2:1-6)
Si en Babel, por causa del pecado humano, fueron confundidas
las lenguas para detener el pecado; en Pentecostés fueron confundidas las
lenguas para que todos pudieran escuchar el mensaje de Dios en su propio idioma
y así vencer el pecado. Hoy nadie puede aducir desconocimiento de la Palabra de
Dios por desconocer el hebreo, arameo y griego en que está escrito el original.
Tampoco puede decir que no puede leerla pues está escrita en latín. Hay biblias
en todos los idiomas, incluso en lenguaje popular fácil de entender, también
hay en paráfrasis o explicadas, como también una gran variedad de biblias
anotadas, es decir con muchas explicaciones a pie de página. Toda persona con
un mínimo de cultura debe conocer y leer la Biblia, incluso los ateos, para que
fundamenten sus argumentos. No puedo decir que no creo en algo que ni siquiera
he investigado.
Aquí hay otro punto interesante sobre las “palabras”: Dios
también las tiene para nosotros. Los que oran o rezan se comunican con Dios de
ese modo y Él les habla a sus mentes con palabras que oyen interiormente en
forma de pensamientos, pero también Dios se comunica con ellos por medio de La
Biblia, que es Su Palabra escrita. Siendo Él nuestro Creador hizo que el ser
humano inventara la escritura y así pudiera dejar un registro de Su voluntad y
mandamientos, Su intervención en la historia humana y el modo en que podemos
acceder a la salvación eterna.
Si usted lee la Biblia, especialmente los Evangelios, podrá
enterarse de la vida del Salvador, Jesús de Nazaret; Sus maravillosas
enseñanzas y lo que Él hizo por usted en la cruz del Calvario, en Jerusalén; como
venció a Satanás, enemigo mortal del hombre, resucitando de entre los muertos
para ascender al cielo y constituirse en Señor del Universo. Le invito a leer
directamente las palabras pronunciadas por Él, que quedaron registradas por quienes
le conocieron o escucharon de ellos, los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos,
Lucas y Juan. Y, a propósito de “palabras”, escuche lo que dijo el Maestro
acerca de ellas:
“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha;
las palabras que yo os he
hablado son espíritu y son vida.” (San Juan
6:63)
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