G. Bernard
Shaw escribió “La libertad supone responsabilidad. Por esto, la mayor parte de
los hombres la temen tanto”. Preferimos que otro nos diga lo que tenemos que
hacer, que guíe nuestras decisiones, que nos enseñe las respuestas aceptables y
así nos sentiremos seguros de no errar; además, si no obtenemos el resultado
esperado, podremos culpar a otro de ese acto fallido, el que nos ordenó o
sugirió hacerlo. Por ese camino nunca tomaremos la responsabilidad de nuestros
actos.
La madurez
implica desatarme de la guía y el juicio de los padres, de los mayores o de los
líderes autoritarios, para ser libre. Pero esa libertad, para que sea
provechosa, requiere de ciertas conductas. Si voy a montar un caballo, primero
debo domarlo y luego saber manejar muy bien las riendas, para que vaya donde yo
ordene y no me conduzca al despeñadero. La libertad es como una bestia salvaje
que hay que saber dominar. Dos bridas nos permitirán hacerlo: compromiso y
responsabilidad.
El compromiso
conmigo mismo, con mi propia persona, para conducirla por el camino indicado a
la misión de mi vida; para procurar su desarrollo permanente tanto en los planos
material como espiritual; para jamás darme por vencido y enfrentar todos los
desafíos que la vida me plantee; el compromiso de ser fiel a mí mismo y no auto
engañarme siguiendo desvíos fáciles cuando el sendero se me haga demasiado
áspero. El hombre y la mujer libres no claudican a su destino porque están
comprometidos con su esencia.
La responsabilidad
es la otra rienda que necesitamos tomar firmemente para no caer del caballo de
la libertad. Somos responsables de nuestras determinaciones y las consecuencias
de ellas. No podemos culpar a otros de nuestros errores, condiciones
materiales, sociales o espirituales; no podemos culpar al sistema económico,
político o religioso en que vivimos. Es muy fácil hacerlo y no asumir la
responsabilidad de nuestros actos. No hacerlo nos achata y no trae crecimiento
sino inmovilidad y muerte. Es imperioso que tomemos completa responsabilidad de
nuestro ser y, con seriedad, reflexionemos y tracemos nuestro camino.
Compromiso y
responsabilidad ejerció el Maestro en su misión redentora. Sus “Yo soy” no
retratan a un ser egocéntrico sino a uno que es dueño de sí mismo y sabe quién
es, para qué está aquí y hacia dónde va. “Yo soy el buen pastor” dijo; “Yo he
venido para que tengan vida”, se refería a la vida superior; “Yo voy a preparar
morada” en los cielos. En su destino no culpó a sus torturadores sino que rogó por su perdón: “Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen...” (San Lucas 23:34) Tampoco responsabilizó a otros sino
que dijo “yo pongo mi vida, para volverla a tomar. / Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo” (San
Juan 10:17,18)
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