jueves, 7 de mayo de 2015

UNA LIBERTAD RESPONSABLE.


 
G. Bernard Shaw escribió “La libertad supone responsabilidad. Por esto, la mayor parte de los hombres la temen tanto”. Preferimos que otro nos diga lo que tenemos que hacer, que guíe nuestras decisiones, que nos enseñe las respuestas aceptables y así nos sentiremos seguros de no errar; además, si no obtenemos el resultado esperado, podremos culpar a otro de ese acto fallido, el que nos ordenó o sugirió hacerlo. Por ese camino nunca tomaremos la responsabilidad de nuestros actos.
La madurez implica desatarme de la guía y el juicio de los padres, de los mayores o de los líderes autoritarios, para ser libre. Pero esa libertad, para que sea provechosa, requiere de ciertas conductas. Si voy a montar un caballo, primero debo domarlo y luego saber manejar muy bien las riendas, para que vaya donde yo ordene y no me conduzca al despeñadero. La libertad es como una bestia salvaje que hay que saber dominar. Dos bridas nos permitirán hacerlo: compromiso y responsabilidad.
El compromiso conmigo mismo, con mi propia persona, para conducirla por el camino indicado a la misión de mi vida; para procurar su desarrollo permanente tanto en los planos material como espiritual; para jamás darme por vencido y enfrentar todos los desafíos que la vida me plantee; el compromiso de ser fiel a mí mismo y no auto engañarme siguiendo desvíos fáciles cuando el sendero se me haga demasiado áspero. El hombre y la mujer libres no claudican a su destino porque están comprometidos con su esencia.
La responsabilidad es la otra rienda que necesitamos tomar firmemente para no caer del caballo de la libertad. Somos responsables de nuestras determinaciones y las consecuencias de ellas. No podemos culpar a otros de nuestros errores, condiciones materiales, sociales o espirituales; no podemos culpar al sistema económico, político o religioso en que vivimos. Es muy fácil hacerlo y no asumir la responsabilidad de nuestros actos. No hacerlo nos achata y no trae crecimiento sino inmovilidad y muerte. Es imperioso que tomemos completa responsabilidad de nuestro ser y, con seriedad, reflexionemos y tracemos nuestro camino.
Compromiso y responsabilidad ejerció el Maestro en su misión redentora. Sus “Yo soy” no retratan a un ser egocéntrico sino a uno que es dueño de sí mismo y sabe quién es, para qué está aquí y hacia dónde va. “Yo soy el buen pastor” dijo; “Yo he venido para que tengan vida”, se refería a la vida superior; “Yo voy a preparar morada” en los cielos. En su destino no culpó a sus torturadores sino que rogó por su perdón: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen...” (San Lucas 23:34) Tampoco responsabilizó a otros sino que dijo yo pongo mi vida, para volverla a tomar. / Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo” (San Juan 10:17,18)

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