¡Cuánto nos
preocupa la pureza de la doctrina! Tal vez hay algo de vanidad en ello. ¿Quién
puede asegurar que tiene la
Verdad ? Lo que en la Edad Media se pensaba era la más absoluta
realidad, como que la Tierra era el centro del universo y el sol, la luna y los
astros giraban alrededor de ella, hoy suena como una fantasía. Hace algunos
siglos se pensaba que la esclavitud era algo normal, algunos nacían para ser
libres, otros para ser esclavos, y por voluntad de Dios; hoy es una falacia,
una aberración, algo que atenta contra uno de los principales derechos del ser
humano: la libertad.
Como se ha
pensado que hay razas inferiores, también se ha discriminado a otros seres
humanos por su condición física ¡y qué decir del género! Aún fundamentan bíblicamente
algunos la condición inferior de la mujer, en nuestras sociedades e iglesias.
Los cristianos hemos sido los más discriminatorios. Deberíamos revisar más que
nuestras creencias, las actitudes y motivaciones de nuestro corazón.
La Verdad no es
un sistema teológico, no es un cuerpo de doctrinas ni una cantidad de ritos; tampoco
es tal o cual iglesia u organización. Nuestra Verdad no es el techo, la cruz o
el campanario de un edificio, ni es el vitral o el armonio del coro, no es la
puerta finamente tallada del templo. No, nuestra verdad es una Persona llamada
Jesucristo, quien dijo “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida” (San Juan 14:6)
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