“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
/ Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley
del pecado y de la muerte.” (Romanos
8:1,2)
Los
cristianos somos liberados de la Ley que nos condena, esa Ley fue clavada en la
cruz del monte Calvario, como dice la Escritura: “Y a vosotros, estando muertos en
pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él,
perdonándoos todos los pecados, / anulando el acta de los decretos que había
contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en
la cruz, / y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió
públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15)
Hoy nos rige otra ley, la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús. La Ley antigua, que es la que utilizan muchas religiones, nos dice lo
que debemos hacer para ser buenos y aceptables a Dios, nos da mandamientos que
debemos cumplir. Y de inmediato nos amenaza diciéndonos que si no cumplimos
esos mandatos, moriremos, estaremos muertos para Dios. La Ley antigua siempre
implica castigo. Hay una dinámica que se da con estos elementos: Ley – culpa –
castigo.
Necesitamos salir de este círculo que siempre nos condena.
¡Para eso vino Jesucristo! Para liberarnos de una Ley que nos condenaba y jamás
ofreció salvación, la ley de Moisés, la “ley del pecado y de la muerte”. Del
pecado porque siempre nos acusa que estamos cometiendo pecados. De la muerte
porque siempre nos condena a muerte. En cambio Jesús al morir por nosotros y
nuestros pecados para con Dios, nos libera para siempre de toda condenación. El
trae una lógica nueva para el creyente: “la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús”. Es una nueva forma de relacionarnos con Dios, ya no por medio de una
ley que nos acusa sino de una que nos da vida. La ley de Cristo es la ley de la
libertad. Él pone Su Espíritu dentro de nosotros y ya no necesitamos andar
pendientes de si cumplimos o no la Ley de Dios, sino que sencillamente dejamos
que el Espíritu Santo fluya dentro de nosotros como un manantial de agua viva y
descansamos en Su sabiduría.
Si subiéramos a lo alto de una montaña y nos lanzáremos al
vacío, sin alas ni paracaídas, y moviéramos las manos imitando a las aves, no
volaríamos como ellas y la ley de gravedad nos succionaría hacia la tierra con
violencia. Moriríamos irremisiblemente. Pero si en la cumbre de esa montaña,
tomáramos un avión o un helicóptero, sí podríamos volar porque estaríamos
funcionando bajo otra ley, la de la aerodinámica, que explica el vuelo de
objetos más pesados que el aire. El hecho que en este último caso funcione la ley
de la aerodinámica, no significa que la ley de gravedad deje de existir. Del
mismo modo, aún cuando para los cristianos funciona la “ley del Espíritu de
vida en Cristo Jesús”, para los no cristianos sigue vigente “la ley del pecado
y de la muerte” que los acusa de pecado y condena a la muerte. ¿Bajo cuál ley
desea vivir usted?
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