lunes, 16 de marzo de 2015

VUELO HACIA LA LIBERTAD.


 
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. / Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:1,2)
Los cristianos somos liberados de la Ley que nos condena, esa Ley fue clavada en la cruz del monte Calvario, como dice la Escritura: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, / anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, / y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2:13-15)
Hoy nos rige otra ley, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. La Ley antigua, que es la que utilizan muchas religiones, nos dice lo que debemos hacer para ser buenos y aceptables a Dios, nos da mandamientos que debemos cumplir. Y de inmediato nos amenaza diciéndonos que si no cumplimos esos mandatos, moriremos, estaremos muertos para Dios. La Ley antigua siempre implica castigo. Hay una dinámica que se da con estos elementos: Ley – culpa – castigo.
Necesitamos salir de este círculo que siempre nos condena. ¡Para eso vino Jesucristo! Para liberarnos de una Ley que nos condenaba y jamás ofreció salvación, la ley de Moisés, la “ley del pecado y de la muerte”. Del pecado porque siempre nos acusa que estamos cometiendo pecados. De la muerte porque siempre nos condena a muerte. En cambio Jesús al morir por nosotros y nuestros pecados para con Dios, nos libera para siempre de toda condenación. El trae una lógica nueva para el creyente: “la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”. Es una nueva forma de relacionarnos con Dios, ya no por medio de una ley que nos acusa sino de una que nos da vida. La ley de Cristo es la ley de la libertad. Él pone Su Espíritu dentro de nosotros y ya no necesitamos andar pendientes de si cumplimos o no la Ley de Dios, sino que sencillamente dejamos que el Espíritu Santo fluya dentro de nosotros como un manantial de agua viva y descansamos en Su sabiduría.
Si subiéramos a lo alto de una montaña y nos lanzáremos al vacío, sin alas ni paracaídas, y moviéramos las manos imitando a las aves, no volaríamos como ellas y la ley de gravedad nos succionaría hacia la tierra con violencia. Moriríamos irremisiblemente. Pero si en la cumbre de esa montaña, tomáramos un avión o un helicóptero, sí podríamos volar porque estaríamos funcionando bajo otra ley, la de la aerodinámica, que explica el vuelo de objetos más pesados que el aire. El hecho que en este último caso funcione la ley de la aerodinámica, no significa que la ley de gravedad deje de existir. Del mismo modo, aún cuando para los cristianos funciona la “ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”, para los no cristianos sigue vigente “la ley del pecado y de la muerte” que los acusa de pecado y condena a la muerte. ¿Bajo cuál ley desea vivir usted? 

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