domingo, 8 de febrero de 2015

ILUMINACIONES.


 
La historia de las religiones registra experiencias espirituales sorprendentes, conversiones y cambios profundos en personas que, marcadas por una vivencia extraordinaria, cambiaron su modo de ver la vida. Casos como el de Agustín de Hipona, quien en un jardín de la Edad Media escuchó la voz de un niño repitiendo una y otra vez “toma y lee”. Abrió el libro sagrado y allí encontró la respuesta a todas sus inquietudes. De una vida disipada pasó a ser un cristiano de vida casta y ascética.
En la India, 500 años antes de Cristo, el joven Sidarta Gautama, después de abandonar la vida fácil del palacio real, condolido con la miseria y el sufrimiento del pueblo, quiso averiguar el sentido de todo ello, hasta que encontró la iluminación bajo una higuera y se convirtió en el Buda del oriente, es decir “el iluminado”.
En el antiguo Egipto, el faraón Amenhotep había recibido la revelación de una sola deidad. Cambió su nombre por el de Akenatón, “el servidor de Atón”. Convertido al dios sol o Atón, que con su calor daba vida a hombres y animales, inició una profunda reforma monoteísta.
Vivir una experiencia personal sobrenatural con Dios es el necesario inicio para una verdadera conversión. Necesitamos estar preparados para ese evento extraordinario que transformará totalmente nuestro modo de ver la vida.
El Maestro dice: “... Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. / Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Lucas 11:9,10)

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