No es malo disfrutar la vida, puesto que Dios nos hizo de carne y hueso, con capacidades de gozar lo que comemos, bebemos, tocamos, en fin lo que hacemos con nuestros cuerpos. Si él odiara eso no nos habría dado un cuerpo y seríamos sólo espíritu. No es pecado disfrutar una buena película, una obra de arte, una novela interesante. Dios no nos habría equipado con una mente capaz de disfrutar la belleza del lenguaje, la visión o el oído. Incluso en los cielos hay música, coros, instrumentos celestiales, como lo revela la Escritura Sagrada. ¿Quién dijo que el baile es pecado? Las parejas jóvenes disfrutan del baile, del movimiento corporal; y se puede llevar a un nivel artístico como es la danza, el ballet.
Sin embargo algunos creyentes
satanizan todo lo que sale de la esfera de las actividades religiosas, lo que
no sea orar, cantar himnos cristianos y leer la Biblia. Así dividen el gozo de
la vida en dos: el disfrute mundano y el disfrute divino, considerando aceptable
sólo al primero. Esto es un grave mal que viven algunas iglesias, es la actitud
farisea que el Maestro muchas veces criticó, llamándola hipocresía.
El religioso fariseo se considera
a sí mismo santo y puro, y desprecia a los demás como “pecadores” contaminados
con el mundo. Dos cosas muy negativas provoca esta actitud: el orgullo del que
se cree superior, siendo tan pecador como el resto; y el descrédito del mensaje
de Jesús entre los que no participan en una iglesia. Por eso muchas veces se
habla mal de los cristianos como personas falsas, hipócritas o fanáticas.
El verdadero pecado no es el
bailar, comer o beber, ni tan siquiera vestir; el verdadero pecado no es una
cuestión externa sino un impulso que mana del interior del ser humano, para
hacer lo malo. El Maestro enseñó que no es lo de afuera lo que contamina sino
que del interior “19...
del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. / 20 Estas
cosas son las que contaminan al hombre...” (San Mateo 15:19,20) Necesitamos limpiar el corazón.
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