martes, 10 de febrero de 2015

BUSCANDO PAZ.

 
En los años 60 se vivió entre los jóvenes la llamada “revolución de las flores” cuyo lema era paz y amor. Aquella generación rechazó la guerra y toda expresión de violencia. Uno de sus más altos ideales era la paz mundial, que la tierra fuera un planeta en completa armonía y entendimiento. El símbolo de la paz aún lo vemos dibujado en los muros de la ciudad. Representa la huella que deja una pata de paloma sobre la arena, pues universalmente se identifica a esta avecilla con la paz.
Aún la humanidad no ha conquistado la paz y continuamos “resolviendo” nuestros problemas internacionales con guerras y tratando de imponer a otros nuestras ideas revolucionarias por medio del derramamiento de sangre. La historia de Caín y Abel vuelve a repetirse una y otra vez cuando los hermanos se odian, agreden y asesinan. Sin justicia en este mundo jamás podrá haber paz, pues la paz es fruto de la justicia.
A nivel individual, en nuestras relaciones interpersonales, solemos actuar igual: no perdonamos, guardamos rencor, odiamos, declaramos la enemistad y la guerra. No terminamos de aprender y aplicar la enseñanza de Jesús: “Amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos.” (San Lucas 6:35) En realidad no perdonamos sino que cobramos “ojo por ojo y diente por diente”.
 
Si practicamos esta filosofía en nuestras relaciones humanas, también la aplicamos a nuestra relación con Dios. Pensamos que Él nos cobra por todas nuestras malas acciones, malos pensamientos y malos sentimientos. Por tanto tratamos de hacer cosas que quiten esta culpa de la conciencia. Pero Dios piensa muy distinto. Él ha tomado el sacrificio de Cristo en la cruz como el sacrificio definitivo de la Humanidad y nos perdona toda culpa por el sólo hecho de creer en Jesús. Considera justa a toda persona que tenga fe en Él: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1)
 
En términos espirituales, la paz es consecuencia de la fe. Quien ha sido perdonado por Dios, goza de completa paz interior y puede construir relaciones de paz con su prójimo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario