lunes, 23 de marzo de 2015

ESENCIA DIVINA.



En perfumería una esencia es el extracto líquido concentrado de una sustancia aromática. La esencia de rosas, por ejemplo, encierra los olores más exquisitos de esta flor. Por extensión, esencia es aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas; es lo más importante y característico de algo. Así podemos decir que la esencia de una persona es aquella característica o conjunto de cualidades que la definen. Entonces diremos que la esencia de un artista es la creatividad; la esencia de una maestra es el amor a los niños; la esencia de un juez es su fidelidad a la justicia; etc.
 
Del mismo modo podemos analizar una doctrina espiritual y preguntarnos por su esencia o verdad fundamental. Dicho esto ¿Cuál será la esencia del cristianismo? Algunos dirán que el amor, otros la fe, otros la salvación y no faltará quien diga que la esencia del cristianismo sean las buenas obras. Es indudable que todos estos conceptos están implícitos en la fe de Jesús.
El amor resume toda la Ley de Dios dice San Pablo y el mismo Señor consideró que los mandamientos principales son amar a Dios y al prójimo como a uno mismo. Pero también otras religiones creen en el amor, como por ejemplo el budismo que practica la compasión a todo ser vivo.
Sin fe es imposible agradar a Dios, enseña la carta a los Hebreos. Ser salvados por la fe en Jesús es una enseñanza bíblica. Sin embargo toda religión se basa en la fe, en aquella “certeza de lo que se espera y convicción de lo que no se ve”. Por tanto la fe no es un distintivo exclusivo de los cristianos.
La salvación es un concepto judeo-cristiano. Ser salvados de la muerte eterna, del castigo y la condenación. No llegar a ser un eterno extraño para Dios. Este es el mayor castigo para un cristiano, muy distinto a aquel anhelo de algunas doctrinas orientales de erradicar el deseo para suprimir el sufrimiento y trascender a un estado espiritual en que cesa el sufrimiento. He aquí un distintivo del cristianismo: buscar la permanencia junto a un Dios revelado como Persona.

Las buenas obras también se encuentran en otras religiones, en mayor o menor medida. Las obras que dicen relación con la vida devocional las tienen todas: oraciones, cantos, danzas, sacrificios, etc. Cada creencia posee sus formas de culto. Las obras de caridad o misericordia han pasado a ser casi un distintivo de gran parte de la cristiandad y caracteriza a la sociedad occidental, pero en definitiva ¿Son las buenas obras, la salvación, la fe, el amor u otro componente la esencia del cristianismo?
Hagamos el siguiente ejercicio: quitemos a Jesucristo, el fundador de nuestra fe, de cada uno de esos conceptos. Hagamos buenas obras sólo motivados por un “buen corazón” y no por servir a Jesucristo. Esto no sería cristianismo pues también lo hacen muchas organizaciones solidarias, sin Cristo. Busquemos la salvación a nuestro modo personal, prescindiendo de Jesús y obviamente no será cristianismo. Tengamos fe en cualquier ícono, cosa o dios que admiremos; puede ser un árbol, un animal, algún ángel, un objeto sagrado, alguna persona muerta, pero sin considerar a Jesucristo. Tampoco será cristianismo. Practiquemos el amor a todos y a todo  lo que está vivo, incluso a lo inanimado y hasta al mismo universo, aún llegando a adorarlo, pero sin la persona viva de Jesucristo. Por muy espiritual que pareciera nuestra posición, eso tampoco será cristianismo. Un cristianismo sin Cristo es imposible.
Concluimos que la esencia del Cristianismo es una Persona divina, aquél que dijo: Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. / Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.” (San Juan 15:4,5)

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