Hay un dicho en boga que dice “mira el lado lleno del vaso y
no el lado vacío”. Tenemos un vaso de aquella bebida de tu agrado. Puede que
seas una persona muy positiva, con una mirada siempre optimista de la vida;
entonces miras el líquido que hay en el vaso y te sientes satisfecho. En cambio,
si eres alguien pesimista con tendencia a encontrar siempre aquello que
careces, te fijarás en el lado vacío del vaso, en lo que falta para que esté
lleno.
Nunca tendremos la totalidad del amor que esperamos, la
totalidad de la amistad, la perfecta belleza, el mejor trabajo, la más completa
felicidad. La perfección es un ideal, en la tierra es sólo una fantasía. Las utopías
son necesarias como paradigmas pero siempre ponen la vara tan alta que son inalcanzables.
Es mejor concentrarnos en lo que tenemos y dar gracias. Un buen
ejercicio de optimismo es examinar nuestros logros en los tres planos más
importantes: físico, intelectual y espiritual. De gracias por sus dotes
físicas, no se fije en sus defectos o carencias sino en lo que Dios le ha dado
como recurso corporal. Tal vez belleza, simpatía, fuerza, gracia, buena salud,
habilidad manual, capacidad deportiva, etc. Si tiene una o más de estas
condiciones, alégrese y no reclame por lo que no posee.
Luego de gracias por sus dotes intelectuales. La mente es el
alma o psique. No se trata de ser un genio o superdotado, sino de poseer cierto
tipo de inteligencia; algunos son buenos en el cálculo matemático, otros en el
lenguaje, los hay buenos en la artes o en la ciencia. Es imposible que no
tengamos algún desarrollo intelectual específico; de ello debemos alegrarnos y
sentirnos muy bien. Evite compararse con otras personas, piense que usted es
único. Dios hace personas distintas, no hay un ser humano igual a otro.
Por último, en este ejercicio de ver el lado lleno de su vaso
y no el lado vacío, dé gracias porque usted tiene dentro de sí un ser
intangible y desconocido, que es su esencia espiritual. Los seres humanos somos
tripartitos como una fruta que tiene cáscara, carne y cuesco. Este último se
esconde en lo más profundo del fruto. Así se esconde en usted el espíritu. Permítalo
expresarse en su vida por medio de una vida espiritual. Aliméntelo con la fe. Un
paso en desarrollar esa fe es ver su persona positivamente, mirar “el lado
lleno de su vaso” como lo hacía el rey David cuando escribió “mi copa está
rebosando” (Salmos 23:5)
“Y el mismo Dios de
paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo,
sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23)
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