miércoles, 1 de abril de 2015

LA OBRA DE CRISTO EN LA CRUZ.


 
La muerte de cruz en tiempos del Imperio Romano, era un castigo cruel para el que delinquía. A veces el crucificado tardaba en morir días enteros. En el caso de Jesucristo, el maestro de Israel, su deceso fue relativamente rápido. Fue crucificado a las nueve de la mañana: “Era la hora tercera cuando le crucificaron.” (San Marcos 15:25) Murió a las tres de la tarde: “Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. / Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. / Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.” (San Lucas 23:44-46) Es decir estuvo colgado en la cruz por seis horas.
La Biblia dice que el seis es número de hombre. Pues bien, allí estuvo colgado, clavado de manos y pies, coronado de espinas, con el dolor de las yagas en todo su cuerpo por los azotes recibidos, bajo el quemante sol de esas tierras, el hombre Jesús, quien tomó sobre sí el castigo que nosotros merecíamos por nuestras desobediencias.
Hay quienes critican al Padre por haber permitido tanta crueldad sobre su Hijo Jesús. No se dan cuenta que ambos, junto al Espíritu Santo, son una sola unidad, Dios. Fue Dios mismo quien se hizo hombre y murió por nosotros. Lo hizo por propia determinación y amor por la Humanidad, para liberarnos definitivamente de todas nuestras esclavitudes: esclavitud de la culpa, esclavitud del pecado, esclavitud de la Ley, esclavitud de una religión de sacrificios.
El legado de la cruz es la completa libertad. Jesucristo anuló “el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz.” (Colosenses 2:14)

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