El Señor, en griego Kyrios, que significa que es el dueño del
universo, es el Espíritu creativo y sustentador del todo. Señor y Espíritu son
una misma entidad. Donde Él se encuentre, allí habrá libertad ¡bendita palabra!
¿Cómo será posible que el poder que ordena y organiza el cosmos propicie la
libertad?
Para los humanos es incomprensible que una autoridad fuerte
sea a la vez amante de la libertad, porque nuestro pensamiento es que ambos
conceptos no se llevan bien. Creemos que la libertad es ausencia de normas. Sin
embargo en la naturaleza vemos actuar lo contrario. El Creador diseñó la
genética de las rosas y ellas se desarrollan en multiplicidad de formas, tamaños
y colores. Lo mismo pasa con los perros, los peces, las mariposas y todos los
seres vivos, incluidos los humanos.
Es que la libertad se mueve bajo unos principios, que podrían
explicarse así:
a)
Busca
el propio bien. Una libertad que provoque la enfermedad, el deterioro y la
muerte del individuo es una libertad negativa.
b)
Beneficia
a los demás. La buena libertad es aquella que significa un bien para otros. Se demuestra
en el liderazgo de Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Martín Lutero, Helen
Keller y por cierto, Jesús de Nazaret.
c)
Respeta
la libertad del otro. El filósofo francés Jean Paul Sartre dice "Mi libertad se termina donde empieza la de los demás". Una libertad
que pasa a llevar los derechos del prójimo es muy negativa. Era la libertad que
tenía la nobleza antes de la revolución francesa y la sociedad romana imperial,
basada en la esclavitud. Cabe preguntarnos hoy qué tan positiva es la libertad de
los ricos y poderosos.
“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad.” (2 Corintios 3:17)
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