lunes, 13 de abril de 2015

UNA ÉTICA DE LA LIBERTAD.


 
El Señor, en griego Kyrios, que significa que es el dueño del universo, es el Espíritu creativo y sustentador del todo. Señor y Espíritu son una misma entidad. Donde Él se encuentre, allí habrá libertad ¡bendita palabra! ¿Cómo será posible que el poder que ordena y organiza el cosmos propicie la libertad?
Para los humanos es incomprensible que una autoridad fuerte sea a la vez amante de la libertad, porque nuestro pensamiento es que ambos conceptos no se llevan bien. Creemos que la libertad es ausencia de normas. Sin embargo en la naturaleza vemos actuar lo contrario. El Creador diseñó la genética de las rosas y ellas se desarrollan en multiplicidad de formas, tamaños y colores. Lo mismo pasa con los perros, los peces, las mariposas y todos los seres vivos, incluidos los humanos.
Es que la libertad se mueve bajo unos principios, que podrían explicarse así:
a)      Busca el propio bien. Una libertad que provoque la enfermedad, el deterioro y la muerte del individuo es una libertad negativa. 

b)      Beneficia a los demás. La buena libertad es aquella que significa un bien para otros. Se demuestra en el liderazgo de Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Martín Lutero, Helen Keller y por cierto, Jesús de Nazaret. 

c)      Respeta la libertad del otro. El filósofo francés Jean Paul Sartre dice "Mi libertad se termina donde empieza la de los demás". Una libertad que pasa a llevar los derechos del prójimo es muy negativa. Era la libertad que tenía la nobleza antes de la revolución francesa y la sociedad romana imperial, basada en la esclavitud. Cabe preguntarnos hoy qué tan positiva es la libertad de los ricos y poderosos.
“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2 Corintios 3:17)

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