domingo, 27 de septiembre de 2015

GENTILES CONVERTIDOS

 
 
Cuando era un recién convertido y tenía apenas 21 años, no comprendía el significado de muchas palabras de la Biblia. Tal vez porque las traducciones que se utilizaba en aquellos años usaban un lenguaje anacrónico o porque me faltaba formación doctrinal, no entendía términos como gracia, pacto, circuncisión, etc. Pero una de las palabras que me llamaba la atención era “gentiles”. La asociaba a gentileza o amabilidad. Luego comprendí que se refería a los no judíos; más tarde me enteré que era similar a decir “gentes”. Por eso es importante tener traducciones bíblicas populares, en un lenguaje corriente, para principiantes. Cuando ellos tengan una formación básica, podrán familiarizarse con traducciones más precisas.

Hablando acerca de judíos y gentiles, el apóstol Pablo escribe: “Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos.” (Romanos 11:11-24) El hecho de que los judíos rechazaran a Jesús como Mesías fue un tropiezo del pueblo de Dios, pero no una caída definitiva. Gracias a ese rechazo de ellos, los gentiles tuvieron la oportunidad de conocer la fe en Jesucristo y salvar sus almas. Cuando los apóstoles predicaron a los judíos el Evangelio de Jesús, experimentaron el rechazo de muchos; entonces se volvieron a los gentiles. En esta misión destaca el apóstol Pablo.
Los gentiles eran considerados por los judíos personas sin una ley moral, principalmente sin la Ley de Dios dada por Dios a Moisés: “Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos” (Romanos 2:14)

San Pablo comprendió con mayor claridad que los Once, que Dios tiene autoridad y misericordia sobre todo ser humano y no tan sólo sobre los judíos: “¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente, también de los gentiles.” (Romanos 3:29)
En el Antiguo Testamento, los gentiles eran despreciados y tratados de “incircuncisos” debido a que los judíos circuncidaban su prepucio, desde los tiempos de Abraham, como señal de que eran propiedad de Dios: “Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.” (Efesios 2:11) En el Nuevo Testamento los gentiles convertidos al Cristianismo llevan como señal en su carne el bautismo y en su espíritu el Espíritu Santo, ambas señales invisibles para el mundo pero visibles para Dios.

sábado, 15 de agosto de 2015

PALABRAS HUMANAS, PALABRAS DIVINAS.


 
¿Qué dice la Biblia acerca de las palabras? Génesis 11:1 es el primer texto bíblico en que se lee el término “palabra”. Ocurre esta palabra 1.227 veces en la Escritura. El texto narra la historia de La torre de Babel y dice:  

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. / Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. / Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. / Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. / Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. / Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. / Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. / Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. / Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.” (Génesis 11:1-9)
Dice la Biblia que hubo un tiempo en que en la tierra había una sola lengua. Esto es concordante con el relato de la creación de una primera pareja humana y el desarrollo de sus generaciones posteriores en diversas familias y tribus multiplicándose y construyendo ciudades, hasta llegar a los tiempos de Noé y el diluvio. La historia primitiva narrada en el Libro de Génesis abarca cuatro acontecimientos: [1] Creación de la raza humana, [2] Caída de la raza humana, [3] Diluvio sobre la raza humana y [4] Dispersión de la raza humana. 

UN GRAN PROYECTO
Según la Biblia, los descendientes de Noé hablaban el mismo idioma. Llegaron para establecerse en la tierra de Sinar, llanura aluvial situada en el valle formado por el río Tigris y el Éufrates, es decir la Mesopotamia.
Allí comenzaron a construir con ladrillos de barro cocido en vez de piedras, uniéndolos con asfalto, también denominado betún, que es un material viscoso, pegajoso y de color negro. El asfalto es una sustancia que constituye la fracción más pesada del petróleo crudo. Se encuentra a veces en grandes depósitos naturales, como en el mar Muerto y en la cuenca del río Jordán, por lo que también se ha llamado betún de Judea.
Decidieron edificar una ciudad con una alta torre, con la intención de llegar al cielo. Querían hacerse famosos con esta proeza arquitectónica. La vanidad los motivó a hacer tal construcción que pretendía tocar el cielo. Hoy lo llamaríamos “rascacielos”. Ellos sabían que corrían el riesgo de ser esparcidos sobre la faz de toda la tierra y, para no pasar desapercibidos ni quedar en el olvido, quisieron hacerse de un nombre. La egolatría o amor hacia sí mismos los hizo tomar esta oscura determinación.
Aquí cabe reflexionar en cuáles son nuestras motivaciones de lo que hacemos, creamos o construimos. Se puede construir algo motivado por el deseo de fama o bien como una forma de sustento o para servir a la sociedad. Es importante conocer las verdaderas razones que nos mueven a hacer nuestras obras.
Viendo esto Dios, que conoce lo profundo del corazón humano, dijo: “He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.” Con la finalidad de impedir la construcción de la torre de Babel, dio a cada constructor un idioma distinto para que no se entendieran, se confundieran y les fuera imposible ponerse de acuerdo en la obra que levantaban.
Para hacer una obra unidos, un grupo de personas debe “hablar el mismo idioma”. No podemos formar equipo si no nos ponemos de acuerdo en los conceptos y en los propósitos que perseguimos. Este principio es aplicable a cualquier obra, sea ésta social, artística, política o religiosa.
Otro aspecto debemos considerar también: Dios nos ve, Él está presente y conoce nuestras motivaciones. No nos apoyará si lo que nos mueve es la vanidad, el orgullo, la envidia, la ambición o cualquier otro sentimiento negativo. Quien apoyará estas decisiones será otro, su enemigo, el diablo.
Resultado de la confusión de las lenguas en Babel, fue que esos hombres dejaran de construir su vanidosa obra, se agruparan de acuerdo a sus idiomas y se esparcieran por toda la tierra. A veces el Señor permite que Sus hijos no se entiendan, para esparcir Su Verdad en distintos lugares y ámbitos. Ejemplo de ello es el desacuerdo que hubo entre Pablo y Bernabé antes de su segundo viaje misionero, por causa del bajo compromiso de Juan Marcos: “Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, / y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor / y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.” (Hechos 15:39-41 

CONFUSIÓN Y LENGUAJE HUMANO.
Babel deriva del verbo hebreo balbál que significa “confundir”. Es el nombre hebreo bíblico por el que se conoce a la ciudad mesopotámica de Babilonia. Fue fundada por Nemrod, de quien dice la Biblia: “Y Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. / Este fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová. / Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar. / De esta tierra salió para Asiria, y edificó Nínive, Rehobot, Cala, / y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad grande.” (Génesis 10:8-12)
El lenguaje, la capacidad de comunicarnos con fineza de detalles, de tener palabras para poder comunicar nuestros pensamientos, deseos, sentimientos, miedos, alegrías, fantasías, etc. es una gran bendición de Dios. Es una capacidad que no tienen los animales, aunque sí poseen formas de comunicación básica. El lenguaje es reflejo del pensamiento, un don divino. Él piensa y habla; por el poder de Su Palabra creó todas las cosas: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” (Génesis 1:3) Si no tuviéramos lenguaje no tendríamos comunicación oral; tal vez sería sólo gestual, pero ese tipo de comunicación, como la lengua de señas de las personas sordas, no es tan completo como el oral.
Sin lenguaje todo sería una gran confusión. Ésta es definida como falta de orden o de claridad cuando hay muchas personas o cosas juntas. También se llama “confusión” a un error o equivocación causados por entender, utilizar o tomar una cosa por otra. Gracias a Dios tenemos el lenguaje, pero debido a la vanidad humana recibimos la confusión de Babel. Hoy día, en un mundo global, necesitamos conocer otros idiomas para entendernos con el resto del mundo. El Apóstol señala: “Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. / Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. / Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí.” (1 Corintios 14:9-11) 

PALABRAS QUE ILUMINAN.
Siglos después de Babel, sucedió algo extraordinario en Jerusalén, luego de la ascensión de Jesucristo: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. / Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; / y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. / Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. / Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. / Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.” (Hechos 2:1-6)
Si en Babel, por causa del pecado humano, fueron confundidas las lenguas para detener el pecado; en Pentecostés fueron confundidas las lenguas para que todos pudieran escuchar el mensaje de Dios en su propio idioma y así vencer el pecado. Hoy nadie puede aducir desconocimiento de la Palabra de Dios por desconocer el hebreo, arameo y griego en que está escrito el original. Tampoco puede decir que no puede leerla pues está escrita en latín. Hay biblias en todos los idiomas, incluso en lenguaje popular fácil de entender, también hay en paráfrasis o explicadas, como también una gran variedad de biblias anotadas, es decir con muchas explicaciones a pie de página. Toda persona con un mínimo de cultura debe conocer y leer la Biblia, incluso los ateos, para que fundamenten sus argumentos. No puedo decir que no creo en algo que ni siquiera he investigado.
Aquí hay otro punto interesante sobre las “palabras”: Dios también las tiene para nosotros. Los que oran o rezan se comunican con Dios de ese modo y Él les habla a sus mentes con palabras que oyen interiormente en forma de pensamientos, pero también Dios se comunica con ellos por medio de La Biblia, que es Su Palabra escrita. Siendo Él nuestro Creador hizo que el ser humano inventara la escritura y así pudiera dejar un registro de Su voluntad y mandamientos, Su intervención en la historia humana y el modo en que podemos acceder a la salvación eterna.
Si usted lee la Biblia, especialmente los Evangelios, podrá enterarse de la vida del Salvador, Jesús de Nazaret; Sus maravillosas enseñanzas y lo que Él hizo por usted en la cruz del Calvario, en Jerusalén; como venció a Satanás, enemigo mortal del hombre, resucitando de entre los muertos para ascender al cielo y constituirse en Señor del Universo. Le invito a leer directamente las palabras pronunciadas por Él, que quedaron registradas por quienes le conocieron o escucharon de ellos, los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Y, a propósito de “palabras”, escuche lo que dijo el Maestro acerca de ellas:
“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” (San Juan 6:63)

miércoles, 27 de mayo de 2015

NO MÁS SACRIFICIOS.


 
Sea de la cultura que sean, siempre los seres humanos han buscado la forma de relacionarse con lo desconocido, aquello que está más allá de su comprensión. Uno de los más grandes misterios es la muerte; nadie sabe con seguridad qué hay más allá, pues ninguno regresó de la tumba. Las creencias, la magia y la religión intentan explicar estos misterios.
Los desastres naturales, las enfermedades catastróficas, la demencia, las calamidades y la muerte, nos enfrentan al dolor y al miedo. Entonces responsabilizamos de todo ello a Dios o a los dioses o entidades sobrenaturales, según sea la creencia y herencia cultural a que pertenezcamos. De allí nace el deseo de aplacar la ira de esa instancia superior y surge todo tipo de acciones rituales que, casi siempre, están teñidas de sangre: sacrificios de animales y sacrificios humanos.
Los más “civilizados” ya no hacemos tales tipos de sacrificios pero sí sometemos a sacrificio nuestros cuerpos en mandas y procesiones; sacrificamos nuestra economía con ofrendas en dinero y objetos; sacrificamos la propia personalidad, intentando ser lo que no somos; etc. Por medio de estos sacrificios queremos amigarnos con Dios, que Él nos acepte, para dejar de sufrir. ¡Cuán equivocados estamos en nuestra concepción del Padre!
No es la intención de Dios castigar, matar, enfermar ni hacer sufrir a los humanos. Si esto sucede es porque su creación ha sido contaminada por una fuerza opuesta. Él es un Dios justo y desea que nosotros también lo seamos. Para ello no necesitamos hacer ninguna acción heroica ni sacrificio alguno. Él mismo se ha sacrificado por nosotros, para mostrarnos, desde nuestra lógica humana, cuánto nos ama. El Cristo entregó su vida en la cruz por cada mujer y hombre, para que ya nadie necesitara hacer sacrificios para agradarle. Creamos en su Hijo, mensajero de amor, y seremos justificados.

sábado, 23 de mayo de 2015

LA FE DE ABRAHAM.

 
El apóstol Pablo afirma que “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.” (Gálatas 3:6) Es decir que el patriarca, quien vivió en Ur de los caldeos hace 4.000 años atrás, no necesitó hacer nada especial para Dios, sino tan sólo creer en Él. Desde nuestra perspectiva del siglo XXI nos es bastante difícil comprender esto ya que siempre valoramos el hacer, el esfuerzo, el trabajo y sobre todo esa relación comercial que tenemos con las cosas, de pagar para adquirir, una relación que lamentablemente aplicamos también a Dios.

Pero al Creador no se le puede comprar ni vender, Él es insobornable. Ni siquiera con alabanzas y diezmos podemos comprar su corazón. Además no es necesario, ya que como creación suya, nos ama. Pero hay algo que acerca al ser humano de un modo especial al Señor de la vida, y eso se llama fe.
Para comprenderlo mejor debemos ubicarnos en la época de Abraham en que imperaban la magia, la superstición y las religiones politeístas. No había monoteísmo y toda adoración a dioses debía concretarse en una representación o ídolo. Una fe sin iconos era impensable. De modo que cuando Abraham dijo que conversaba con Dios, sus compatriotas le pidieron que les mostrara ese dios y él no tenía estatuilla alguna para mostrar. A Abraham le bastó con escuchar en su interior a Dios. Su relación con Él fue exclusivamente por fe, sin necesidad de nada concreto para adorarle.
El ser humano, en Abraham, dio un gran paso en su concepto de la Divinidad. Dios ahora era un Ser superior que no necesitaba una representación. Esa fe es la más grande revelación espiritual que le ha sido dada al ser humano, algo que veinte siglos más tarde, Jesucristo confirmaría con estas palabras: “la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (San Juan 4:23,24) Esa fe tuvo Abraham, una fe absolutamente espiritual y pura, sin mancha de dudas; no se trató de una fe que él creara sino que le fue otorgada por Dios; tal fe le fue contada por justicia.
Por eso se llama a Abraham “el padre de la fe” y toda persona que se relaciona con Dios basándose sólo en la fe y no en obras humanas, viene a ser un hijo espiritual de Abraham. Como dice el apóstol: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.” (Gálatas 3:7)
 

jueves, 7 de mayo de 2015

UNA LIBERTAD RESPONSABLE.


 
G. Bernard Shaw escribió “La libertad supone responsabilidad. Por esto, la mayor parte de los hombres la temen tanto”. Preferimos que otro nos diga lo que tenemos que hacer, que guíe nuestras decisiones, que nos enseñe las respuestas aceptables y así nos sentiremos seguros de no errar; además, si no obtenemos el resultado esperado, podremos culpar a otro de ese acto fallido, el que nos ordenó o sugirió hacerlo. Por ese camino nunca tomaremos la responsabilidad de nuestros actos.
La madurez implica desatarme de la guía y el juicio de los padres, de los mayores o de los líderes autoritarios, para ser libre. Pero esa libertad, para que sea provechosa, requiere de ciertas conductas. Si voy a montar un caballo, primero debo domarlo y luego saber manejar muy bien las riendas, para que vaya donde yo ordene y no me conduzca al despeñadero. La libertad es como una bestia salvaje que hay que saber dominar. Dos bridas nos permitirán hacerlo: compromiso y responsabilidad.
El compromiso conmigo mismo, con mi propia persona, para conducirla por el camino indicado a la misión de mi vida; para procurar su desarrollo permanente tanto en los planos material como espiritual; para jamás darme por vencido y enfrentar todos los desafíos que la vida me plantee; el compromiso de ser fiel a mí mismo y no auto engañarme siguiendo desvíos fáciles cuando el sendero se me haga demasiado áspero. El hombre y la mujer libres no claudican a su destino porque están comprometidos con su esencia.
La responsabilidad es la otra rienda que necesitamos tomar firmemente para no caer del caballo de la libertad. Somos responsables de nuestras determinaciones y las consecuencias de ellas. No podemos culpar a otros de nuestros errores, condiciones materiales, sociales o espirituales; no podemos culpar al sistema económico, político o religioso en que vivimos. Es muy fácil hacerlo y no asumir la responsabilidad de nuestros actos. No hacerlo nos achata y no trae crecimiento sino inmovilidad y muerte. Es imperioso que tomemos completa responsabilidad de nuestro ser y, con seriedad, reflexionemos y tracemos nuestro camino.
Compromiso y responsabilidad ejerció el Maestro en su misión redentora. Sus “Yo soy” no retratan a un ser egocéntrico sino a uno que es dueño de sí mismo y sabe quién es, para qué está aquí y hacia dónde va. “Yo soy el buen pastor” dijo; “Yo he venido para que tengan vida”, se refería a la vida superior; “Yo voy a preparar morada” en los cielos. En su destino no culpó a sus torturadores sino que rogó por su perdón: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen...” (San Lucas 23:34) Tampoco responsabilizó a otros sino que dijo yo pongo mi vida, para volverla a tomar. / Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo” (San Juan 10:17,18)

viernes, 24 de abril de 2015

LA BÚSQUEDA.


 
Toda persona busca de algún modo a Dios, una explicación de la vida y también de la muerte, el hecho más enigmático y violento de la existencia humana. La cultura popular, la magia y la ilusión del niño dan respuestas que no son del todo satisfactorias; la ciencia sale al paso y nos llena de dudas e hipótesis de lo que podría ser la verdad; entonces aparece la religión y sus certezas, razones aceptables sólo con un corazón lleno de fe.
Desde cierto punto de vista, la historia del Hombre es un relato de la búsqueda que él hace de Dios. Le busca en los cielos, en la profundidad de las cavernas, dentro de sí, en árboles y animales. Enciende fogatas por las noches y le danza, le canta, le hace sacrificios. Construye templos para el o los dioses que cree hallar. No hay ser más religioso que el humano. Aún, en esta era en que viaja a la luna y otros planetas, buscamos a Dios más allá de nuestras fronteras.
Esta búsqueda de Dios no es un capricho humano, sino que obedece a una carencia, a un vacío interno, a una pieza que nos falta del gran puzle del universo y la vida. Es la respuesta que ansiamos alcanzar, la contestación a una pregunta que nos ha perseguido desde los albores de la Historia: descubrir el sentido de la existencia, para qué estamos aquí, quiénes somos y hacia dónde vamos. Sólo el Creador puede responderla.
Él sembró en el alma del Hombre esa disposición a buscar e investigar, hasta encontrar la Verdad. No es una búsqueda vana, sino la más trascendente de todas las inquietudes humanas. Dios quiso que le buscásemos incesantemente, que nuestro espíritu clamara por Él y no descansáramos hasta encontrarlo y saciar por completo y definitivamente nuestra hambre y sed de infinito.

lunes, 13 de abril de 2015

UNA ÉTICA DE LA LIBERTAD.


 
El Señor, en griego Kyrios, que significa que es el dueño del universo, es el Espíritu creativo y sustentador del todo. Señor y Espíritu son una misma entidad. Donde Él se encuentre, allí habrá libertad ¡bendita palabra! ¿Cómo será posible que el poder que ordena y organiza el cosmos propicie la libertad?
Para los humanos es incomprensible que una autoridad fuerte sea a la vez amante de la libertad, porque nuestro pensamiento es que ambos conceptos no se llevan bien. Creemos que la libertad es ausencia de normas. Sin embargo en la naturaleza vemos actuar lo contrario. El Creador diseñó la genética de las rosas y ellas se desarrollan en multiplicidad de formas, tamaños y colores. Lo mismo pasa con los perros, los peces, las mariposas y todos los seres vivos, incluidos los humanos.
Es que la libertad se mueve bajo unos principios, que podrían explicarse así:
a)      Busca el propio bien. Una libertad que provoque la enfermedad, el deterioro y la muerte del individuo es una libertad negativa. 

b)      Beneficia a los demás. La buena libertad es aquella que significa un bien para otros. Se demuestra en el liderazgo de Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Martín Lutero, Helen Keller y por cierto, Jesús de Nazaret. 

c)      Respeta la libertad del otro. El filósofo francés Jean Paul Sartre dice "Mi libertad se termina donde empieza la de los demás". Una libertad que pasa a llevar los derechos del prójimo es muy negativa. Era la libertad que tenía la nobleza antes de la revolución francesa y la sociedad romana imperial, basada en la esclavitud. Cabe preguntarnos hoy qué tan positiva es la libertad de los ricos y poderosos.
“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” (2 Corintios 3:17)