sábado, 15 de agosto de 2015

PALABRAS HUMANAS, PALABRAS DIVINAS.


 
¿Qué dice la Biblia acerca de las palabras? Génesis 11:1 es el primer texto bíblico en que se lee el término “palabra”. Ocurre esta palabra 1.227 veces en la Escritura. El texto narra la historia de La torre de Babel y dice:  

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. / Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. / Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. / Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. / Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. / Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. / Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. / Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. / Por esto fue llamado el nombre de ella Babel, porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra.” (Génesis 11:1-9)
Dice la Biblia que hubo un tiempo en que en la tierra había una sola lengua. Esto es concordante con el relato de la creación de una primera pareja humana y el desarrollo de sus generaciones posteriores en diversas familias y tribus multiplicándose y construyendo ciudades, hasta llegar a los tiempos de Noé y el diluvio. La historia primitiva narrada en el Libro de Génesis abarca cuatro acontecimientos: [1] Creación de la raza humana, [2] Caída de la raza humana, [3] Diluvio sobre la raza humana y [4] Dispersión de la raza humana. 

UN GRAN PROYECTO
Según la Biblia, los descendientes de Noé hablaban el mismo idioma. Llegaron para establecerse en la tierra de Sinar, llanura aluvial situada en el valle formado por el río Tigris y el Éufrates, es decir la Mesopotamia.
Allí comenzaron a construir con ladrillos de barro cocido en vez de piedras, uniéndolos con asfalto, también denominado betún, que es un material viscoso, pegajoso y de color negro. El asfalto es una sustancia que constituye la fracción más pesada del petróleo crudo. Se encuentra a veces en grandes depósitos naturales, como en el mar Muerto y en la cuenca del río Jordán, por lo que también se ha llamado betún de Judea.
Decidieron edificar una ciudad con una alta torre, con la intención de llegar al cielo. Querían hacerse famosos con esta proeza arquitectónica. La vanidad los motivó a hacer tal construcción que pretendía tocar el cielo. Hoy lo llamaríamos “rascacielos”. Ellos sabían que corrían el riesgo de ser esparcidos sobre la faz de toda la tierra y, para no pasar desapercibidos ni quedar en el olvido, quisieron hacerse de un nombre. La egolatría o amor hacia sí mismos los hizo tomar esta oscura determinación.
Aquí cabe reflexionar en cuáles son nuestras motivaciones de lo que hacemos, creamos o construimos. Se puede construir algo motivado por el deseo de fama o bien como una forma de sustento o para servir a la sociedad. Es importante conocer las verdaderas razones que nos mueven a hacer nuestras obras.
Viendo esto Dios, que conoce lo profundo del corazón humano, dijo: “He aquí el pueblo es uno, y todos éstos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.” Con la finalidad de impedir la construcción de la torre de Babel, dio a cada constructor un idioma distinto para que no se entendieran, se confundieran y les fuera imposible ponerse de acuerdo en la obra que levantaban.
Para hacer una obra unidos, un grupo de personas debe “hablar el mismo idioma”. No podemos formar equipo si no nos ponemos de acuerdo en los conceptos y en los propósitos que perseguimos. Este principio es aplicable a cualquier obra, sea ésta social, artística, política o religiosa.
Otro aspecto debemos considerar también: Dios nos ve, Él está presente y conoce nuestras motivaciones. No nos apoyará si lo que nos mueve es la vanidad, el orgullo, la envidia, la ambición o cualquier otro sentimiento negativo. Quien apoyará estas decisiones será otro, su enemigo, el diablo.
Resultado de la confusión de las lenguas en Babel, fue que esos hombres dejaran de construir su vanidosa obra, se agruparan de acuerdo a sus idiomas y se esparcieran por toda la tierra. A veces el Señor permite que Sus hijos no se entiendan, para esparcir Su Verdad en distintos lugares y ámbitos. Ejemplo de ello es el desacuerdo que hubo entre Pablo y Bernabé antes de su segundo viaje misionero, por causa del bajo compromiso de Juan Marcos: “Y hubo tal desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, / y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor / y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias.” (Hechos 15:39-41 

CONFUSIÓN Y LENGUAJE HUMANO.
Babel deriva del verbo hebreo balbál que significa “confundir”. Es el nombre hebreo bíblico por el que se conoce a la ciudad mesopotámica de Babilonia. Fue fundada por Nemrod, de quien dice la Biblia: “Y Cus engendró a Nimrod, quien llegó a ser el primer poderoso en la tierra. / Este fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová. / Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar. / De esta tierra salió para Asiria, y edificó Nínive, Rehobot, Cala, / y Resén entre Nínive y Cala, la cual es ciudad grande.” (Génesis 10:8-12)
El lenguaje, la capacidad de comunicarnos con fineza de detalles, de tener palabras para poder comunicar nuestros pensamientos, deseos, sentimientos, miedos, alegrías, fantasías, etc. es una gran bendición de Dios. Es una capacidad que no tienen los animales, aunque sí poseen formas de comunicación básica. El lenguaje es reflejo del pensamiento, un don divino. Él piensa y habla; por el poder de Su Palabra creó todas las cosas: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” (Génesis 1:3) Si no tuviéramos lenguaje no tendríamos comunicación oral; tal vez sería sólo gestual, pero ese tipo de comunicación, como la lengua de señas de las personas sordas, no es tan completo como el oral.
Sin lenguaje todo sería una gran confusión. Ésta es definida como falta de orden o de claridad cuando hay muchas personas o cosas juntas. También se llama “confusión” a un error o equivocación causados por entender, utilizar o tomar una cosa por otra. Gracias a Dios tenemos el lenguaje, pero debido a la vanidad humana recibimos la confusión de Babel. Hoy día, en un mundo global, necesitamos conocer otros idiomas para entendernos con el resto del mundo. El Apóstol señala: “Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. / Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. / Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí.” (1 Corintios 14:9-11) 

PALABRAS QUE ILUMINAN.
Siglos después de Babel, sucedió algo extraordinario en Jerusalén, luego de la ascensión de Jesucristo: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. / Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; / y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. / Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. / Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. / Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.” (Hechos 2:1-6)
Si en Babel, por causa del pecado humano, fueron confundidas las lenguas para detener el pecado; en Pentecostés fueron confundidas las lenguas para que todos pudieran escuchar el mensaje de Dios en su propio idioma y así vencer el pecado. Hoy nadie puede aducir desconocimiento de la Palabra de Dios por desconocer el hebreo, arameo y griego en que está escrito el original. Tampoco puede decir que no puede leerla pues está escrita en latín. Hay biblias en todos los idiomas, incluso en lenguaje popular fácil de entender, también hay en paráfrasis o explicadas, como también una gran variedad de biblias anotadas, es decir con muchas explicaciones a pie de página. Toda persona con un mínimo de cultura debe conocer y leer la Biblia, incluso los ateos, para que fundamenten sus argumentos. No puedo decir que no creo en algo que ni siquiera he investigado.
Aquí hay otro punto interesante sobre las “palabras”: Dios también las tiene para nosotros. Los que oran o rezan se comunican con Dios de ese modo y Él les habla a sus mentes con palabras que oyen interiormente en forma de pensamientos, pero también Dios se comunica con ellos por medio de La Biblia, que es Su Palabra escrita. Siendo Él nuestro Creador hizo que el ser humano inventara la escritura y así pudiera dejar un registro de Su voluntad y mandamientos, Su intervención en la historia humana y el modo en que podemos acceder a la salvación eterna.
Si usted lee la Biblia, especialmente los Evangelios, podrá enterarse de la vida del Salvador, Jesús de Nazaret; Sus maravillosas enseñanzas y lo que Él hizo por usted en la cruz del Calvario, en Jerusalén; como venció a Satanás, enemigo mortal del hombre, resucitando de entre los muertos para ascender al cielo y constituirse en Señor del Universo. Le invito a leer directamente las palabras pronunciadas por Él, que quedaron registradas por quienes le conocieron o escucharon de ellos, los cuatro evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Y, a propósito de “palabras”, escuche lo que dijo el Maestro acerca de ellas:
“El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” (San Juan 6:63)